martes, 28 de agosto de 2007

Matemática pura

Jorge Sobisch
+Mauricio Macri
=
Jorge Macri
León Kennedy

domingo, 12 de agosto de 2007

Las Naciones Unidas: orígenes de una institución de otros tiempos

La estructura de la Organización de las Naciones Unidas, expresada en su hasta hoy inmutable carta, se entiende a la luz del contexto histórico en que fue redactada, marcado fundamentalmente por la superposición de dos etapas fácilmente distinguibles que dividen sustancialmente la historia de la política internacional del siglo XX: la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.

Las negociaciones en la Conferencia de San Francisco se encuentran signadas por un clima confuso sobre cuestiones fundamentales como cuáles son las amenazas y quiénes los enemigos, cuestiones que repercutían con fuerza en un mundo que terminaba de convencerse de la victoria aliada y paralelamente comenzaba a desconfiar de sus propios amigos.

Desde la óptica del liberalismo occidental, se veían dos enemigos. El más acérrimo y peligroso, el Nacionalsocialismo era un enemigo seguro, pero estaba en decadencia. El otro era el Comunismo, un amigo coyuntural, pero un enemigo posible y una potencia en auge.

Por un lado, la guerra no estaba terminada. La victoria era inminente, y el vertiginoso avance aliado por todos los frentes frustraba cualquier esperanza del Reich; pero también es cierto que el Fürer celebraba su cumpleaños en Berlín cuando los representantes de los cincuenta aliados llegaban a California para negociar las bases de la Organización de las Naciones Unidas. La Alemania Nazi no había caído totalmente y su derrota era ineludible. Por otra parte, los pronósticos de una victoria definitiva no eran tan optimistas como los informes militares, pues no se limitaban a analizar las batallas, sino la realidad de una guerra ideológica que se debía vencer en los campos y con el tiempo en los corazones de los enemigos, para no permitir que el resentimiento, tal como sucediera tras el “Diktat” de Versalles, actuara como caldo de cultivo para el resurgimiento del fascismo en un pueblo profundamente adoctrinado. Aún derrotados los ejércitos del III Reich la guerra no terminaría hasta, al menos, juzgar a sus jerarcas, ocupar su territorio y democratizar a su pueblo.

Por otro lado, la guerra con el Japón no se definió hasta casi seis meses después de firmada la Carta de San Francisco (26 de junio de 1945). Durante las negociaciones Hirohito no se encontraba tan atrincherado como su par alemán, y continuaba siendo una amenaza latente para China, la Unión Soviética y los Estados Unidos.

Sin embargo, durante los primeros meses de 1945 la guerra no era la única preocupación de los Aliados, como sí lo era para el Eje. Adoptando una visión más optimista respecto a la guerra, Berlín estaba sitiada, Europa liberada y la caída del régimen Nazi era prácticamente un hecho. Ahora se debía ver hacia el futuro.

El saldo de la II Guerra Mundial dejaba como gran perdedora a Europa, y alzaba a las dos potencias que marcarían el ritmo del resto del Siglo XX. La Guerra Fría que había germinado durante la gran conflagración y comenzaría a ser más evidente después de Potsdam, ya se evidenciaba con creces en los medios diplomáticos de la época y sin lugar a dudas fue un tema central en los debates de San Francisco.

Únicamente a la luz de una confrontación bipolar previsible entre el oriente comunista y el occidente capitalista se pueden entender políticas tales como la división de los frentes que resultó de la Conferencia de Teherán o el desastre de Hiroshima y Nagasaki, donde los pilotos del Enola Gay no ganan la guerra del Pacífico sin dejar de enviar un claro mensaje de advertencia a Moscú. A la altura de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas, la bipolaridad era un claro tema de debate.

Estos dos escenarios, la II Guerra Mundial y la Guerra Fría, actúan como un molde en el cual cualquier organización que hubiera sido creada debía encajar.

Existían entonces dos objetivos realistas en los cuales se basaron los diplomáticos y juristas internacionales de mediados del siglo pasado para determinar la estructura de la organización. En primer lugar, terminar definitivamente con la guerra, evitando cualquier levantamiento armado o resurgimiento de ideologías o líderes filo-fascistas. En segundo lugar, evitar la posibilidad de un enfrentamiento armado entre las potencias vencedoras, léase los Estados Unidos de América y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Adoptando el punto de vista que subyace al primer objetivo, debe entenderse a las Naciones Unidas como un desenlace de la Segunda Guerra Mundial y fundamentalmente como un instrumento para evitar su repetición. Los cinco miembros permanentes no son las cinco mayores potencias económicas o militares de la época, pues estas categorizaciones excluirían a China y Francia en el primer caso y al menos a Francia en el segundo, sino los cinco aliados más involucrados en la guerra, lo cual comprueba esta visión de la ONU como una organización que en lo militar (el Consejo de Seguridad) fue creada para actuar como un centro de mando aliado y como tal fue aceptado por los otros Estados Miembros aunque el tiempo haya atenuado esta visión.

Los tiempos han cambiado, las preocupaciones son otras, las fuerzas políticas internacionales ya no se acomodan como entonces, la Guerra Fría forma parte de un pasado ya lejano.

¿Es necesaria una reforma? Evidentemente sí. Nada evidencia más esta realidad que el conocimiento de las circunstancias históricas en que este organismo vio la luz.

Luis Leandro Schenoni

viernes, 3 de agosto de 2007

Cambia, todo cambia…

Unos meses atrás, el Poder Legislativo era “el órgano deliberativo del Poder Ejecutivo Nacional”, según la candidata del oficialismo.

Hoy, ante la revisión de la Ley Cafiero y los cuestionamientos del macrismo, para los miembros del gabinete (llámese los Fernández y compañía), el Congreso “tiene vida propia y no está a voluntad del Ejecutivo”.

Definitivamente, estamos ingresando en la profundización del cambio. ¡Bienvenido sea!

Kent Brockman

Último momento: este blog no ha muerto

Revisionismo parasitario

Nuestros representantes no dejan de sorprendernos por sus ocurrencias. En esta oportunidad, el diputado José Ricardo Mongeló, de la provincia del Chaco, presentó un proyecto de ley para reemplazar la imagen de Julio A. Roca por la de Juan José Castelli en el billete de 100 pesos, y en el reverso del billete, reemplazar la imagen de la conquista del desierto por una imagen evocativa de las islas Malvinas.

En los fundamentos del proyecto, Mongeló califica la conquista del desierto como una empresa de criminal exterminio, a los indios como los primeros desaparecidos de la historia argentina, y hasta evoca una denuncia por corrupción contra Roca, al encargar un cuadro a Juan Manuel Blanes, financiado por los dineros públicos.

El mismo diputado propuso anteriormente el cambio de denominación del “Pasaje de Drake” por el de “Mar de Piedra Buena”, por el simple hecho que Drake era un pirata.

El gran José Mongeló


Más allá de la discusión de los hechos históricos, de la figura de Roca, Drake, Castelli y lo que significó la conquista del desierto, Mongeló es parte de una corriente que se multiplicó en los últimos años que es el revisionismo Pigna, muy alejado del revisionismo histórico que representaron, entre otros, Ernesto Palacio y Adolfo Saldías. El revisionismo a lo Pigna, berreta, superficial, cuyo principal objetivo es producir best-sellers, propone- entre otras cosas- que la figura de los ñoquis no se inició con el gobierno de Menem, sino con Santiago de Liniers.

Que nuestro Presidente intente revisar lo que aconteció en la década del 70 es aceptable, más allá de la forma en que se encare la revisión que es objeto de discusión. Pero, esta manía de cuestionar absolutamente todos los hechos y símbolos de nuestra historia es insoportable y ridícula. Es probable que un día se cuestione el origen del nombre de nuestro país, y Pigna proponga la nueva denominación de República Moreno (en honor a Mariano, no a Guillermo, el comisario de los precios).

Y, en todo caso, si te propones revisar la historia Mongeló, hacelo con un poquito más de clase: los fundamentos del proyecto de ley tienen errores de ortografía, y gruesos errores históricos, como afirmar que Roca abandonó la Presidencia en 1896. No te cobran por usar el corrector de Word y buscar en Wikipedia. ¡Son herramientas básicas en la vida de todo legislador!

Un buen desempeño legislativo no es sinónimo de presentar la mayor cantidad de proyectos de ley, resoluciones, dictámenes, etc. Entre otras cosas, los legisladores –como Mongeló- deberían ejercer la función de control sobre ciertos actos del Poder Ejecutivo actual, y no sobre los actos de una persona que tan solo 100 años atrás abandonó la Presidencia.


El hombre de Corrientes y Esmeralda