sábado, 26 de abril de 2008

Intolerancia

“Intolerancia”, peliculón del genio y controvertido David Wark Griffith, trascendental en la historia del cine. Me llama mucho la atención la valoración que ha conquistado la tolerancia en nuestros tiempos a diferencia de esas épocas en las que eran necesarios ese tipo de films.
Hoy en día se estima a aquella persona que se jacta de ser tolerante, cosa que si bien es fundamental para mantener una buena sociedad, creo que muchas veces se aparta de lo que en realidad debería significar.
Antes de empezar, tratemos de tomar la tolerancia no sólo en el aspecto político y religioso sino de una manera más general.
El mismísimo Mohandas Karamchand, más conocido como Mahatma Gandhi, señalaba que el término tolerancia no le agradaba aunque no encontrase otro mejor. La tolerancia puede llevar implícita la suposición injustificada de que la fe de los demás es inferior a la nuestra como ocurre con esas personas que cree tener la verdad, que las cosas son sólo como él dice pero como es un tipo “tolerante” deja que los otros, los que están equivocados, desarrollen sus lucubraciones mentales tan alejadas de la realidad. No veo ningún mérito en esta postura soberbia tan alejada de lo que entiendo por tolerancia.
También disiento en esa actitud en la cual cada uno tiene “su” verdad y puede decir lo que quiera porque todas las opiniones son válidas mientras a mí no me afecte. Muchas veces, como dice un profesor, detrás de la tolerancia se esconde la Soberana Indiferencia. No es que se respete o escuche a los demás, sino que ni siquiera les importa. La idea es que mientras no me molesten a mí que cada uno haga lo que quiera. Seguramente en lo personal les habrá ocurrido con amigos que cuando alguien dice frente a un problema que lo deje de lado, que hay que ser tolerante en la vida y no meterse es porque en el fondo no le interesa esa persona. Pero cuando son seres más próximos y vemos que andan mal sentimos la necesidad de decírselos.
Incluso esta deformación de la tolerancia hace que caigamos en el más bajo relativismo. Se dice que no existe una verdad, cuando esa misma negación se contradice lógicamente ya que se afirma que hay una verdad y es que ésta no existe. Tampoco podemos admitir lógicamente que hay distintas verdades ya que como nos vienen repitiendo en filosofía nada puede ser y no ser en el mismo tiempo y sentido. Claramente debe existir una verdad, lo que ocurre es que cada uno tiene sus propias gafas para observarla y así se llegan a conclusiones diferentes. Algunos se aproximarán más que otros, pero no por esto justamente hay que ser intolerante y quedarse con la opinión de uno.
Espero que no se me tilde de autoritario, nada más lejano hay en mí que esa idea de cruzada, de imponer ideas propias o censurar a personas. Como señalan los artículos 18 y 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que afirma que todos los hombres tienen derecho a la libertad de pensamiento, conciencia, religión, opinión y expresión.
Incluso no hay nada mejor que juntarse con personas de distintas ideologías ya que mientras más acostumbrados estemos a pensar en cosas diferentes, mejor uno se prepara para tener ideas nuevas.
Sólo el que calla está en condiciones de oír lo que opinan los demás.
Como decía el Gran Maestre Voltaire, la ignorancia afirma o niega rotundamente, la ciencia duda. Hay que ser muy bruto para estar muy seguro de algo.
Así es que es trascendental ser tolerante, poder escuchar y debatir las ideas con total humildad y preguntarse si realmente uno estaba en lo cierto. Siempre hay que recordar que la duda es la jactancia de los intelectuales, lo que creo es que a veces esa tolerancia tan importante se deforma ya sea en indiferencia o superioridad.
Si bien es un término terriblemente multívoco, la mejor frase que expresa mi idea de tolerancia es la que se le atribuye al mismo Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero lucharé hasta la muerte para que tenga el derecho de decirlo”.
HGW XX/7

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