viernes, 27 de abril de 2007

Hacerse cargo

Como hincha del buen fútbol, solamente una cosa logra desencajarme cuando veo partidos. Son los momentos en los que hay una gran necesidad de revertir el resultado, pero mis jugadores no se ponen el “equipo al hombro” sino que lo único que tienden a hacer es a tirar la pelota hacia arriba. Su equipo vive una situación comprometida y ellos son incapaces de tomar la pelota e intentar desequilibrar. Así el partido se transforma en un show de pelotas tiradas por al cielo. Las estrellas se apagan o se nublan detrás de la marca pegajosa del rival. Los líderes solamente buscan alguna acción que contente a su hinchada y después de eso se van del partido. Los jóvenes, los jugadores de la cantera del club, son los que reciben mayores reproches de sus hinchas y por eso prefieren desentenderse del partido. Desgraciadamente mi equipo no atraviesa por su mejor momento por lo que esta escena suele repetirse domingo a domingo.


Algo parecido es lo que nos está pasando como país. Las noticias, algunas más y otras menos objetivas, siempre nos muestran realidades complejas. Así y todo, nadie se da por aludido. Vivimos en un estado de anestesia permanente, de autismo y de indiferencia que provoca que ya no nos sorprenda si unos asesinos matan un trabajador por robarle su sueldo, o si un precandidato se va a presentar en las próximas elecciones a pesar de una clara inconstitucionalidad y ni siquiera nos conmovemos si vemos que una familia sufre de hambre a pocos pasos del obelisco. A partir de eso nunca nos planteamos la posibilidad de que nosotros seamos responsables de esta situación. Como en el fútbol, preferimos escondernos y no buscar la pelota para revertir esta situación.

Interiormente nos es más cómodo pensar en que todo lo que nos pasa es por culpa de los otros. Este estado de comodidad, alarma. Esta comodidad, encima, tiene como consecuencia casi directa e inevitable el adormecimiento de nuestra capacidad de asombro. Así podemos ver una familia que junta cartones en la esquina y pensamos: “pobres”; pero una vez que entramos a nuestras casas prendemos el aire acondicionado, nos sentamos en nuestro sillón favorito, tomamos un vaso de gaseosa, vemos un buen programa de televisión y ya nos habremos olvidado de esa familia que estaba en la esquina de casa. Ya estamos cómodos. ¿Qué me importa el resto si veo que yo estoy bien?

Tratemos de ir un poco más hondo.

Pensemos en la problemática del alcohol y de las drogas que tanto alarma a la sociedad. El gobierno culpa a los padres irresponsables, los padres culpan a los dueños de los bares y boliches, ellos culpan a los jóvenes por hacer diversas trampas para incumplir las leyes y los jóvenes culpan al gobierno, a sus padres y a la sociedad entera por sentirse desprotegidos. Entonces lo que termina ocurriendo es que se pasan la pelota sin que alguno de estos actores se sientan responsables en lo más mínimo de sus acciones; lo mismo que en el fútbol. Siempre la culpa la tiene el otro. Y afirmar esto es equivalente a sostener que nadie tiene la culpa. Inevitablemente esto así, jamás encontrará solución y hasta llegaremos a admitir –en parte- que en realidad este problema no tiene solución. No es así. ¿Qué pasaría si el gobierno pusiera el mismo énfasis en frenar el consumo de las drogas blandas que el que puso en detener el cigarrillo? ¿Por qué no lo hace? ¿Qué pasaría si los padres pusieran límites a sus hijos, claros y precisos? ¿Y si además los acompañaran en el crecimiento con la misma paciencia que acompañan el rumbo de sus dineros? ¿Qué pasaría si los empresarios aceptaran el gobierno de la ley y no el gobierno del dinero? ¿Qué pasaría si nosotros los jóvenes nos hiciéramos cargo de lo que nos pasa y buscáramos una solución real y concreta a nuestros problemas? En tiempos donde está de moda tomar de todo, lo único que ya no se toma es consciencia del daño actual y futuro que se está generando.

Otro tema que a muchos altera: la emergencia habitacional. En este tema uno podría desentenderse mucho más fácilmente, pero no. Todos tenemos responsabilidad en esto. Pensemos qué pasaría si en lugar de tomarnos todo el mes de enero de vacaciones nos fuéramos con esa plata y ese tiempo a construir aunque sea una letrina para esas familias que viven en condiciones infrahumanas. Claro, que vos o yo lo hagamos no será una solución. Pero si lo hace la mitad de la población de nuestro país (la otra mitad será necesitada), ¿qué pasaría? Imaginemos además que con que cada uno pueda construir una casa en la mitad de enero estaríamos dando con millones de construcciones nuevas. Y si este plan lo mantenemos por dos o tres años podríamos invitar a vivir hasta a los chinos ¿Seguimos pensando que realmente nosotros no tenemos nada que ver?

Vamos a un tema más pintoresco. Un tema que hoy está en el centro de las miradas y que está comprendido en los derechos de cuarta generación (y no porque sea un derecho “de cuarta”). Me refiero, claro está, a la ecología. Todos nos indignamos por el estado de los ríos Riachuelo, Tigre y Reconquista. Todos nos quejamos de la falta de higiene en la ciudad ¡Y hasta vamos a La Haya porque nos van a contaminar un río! Claro, uno no toma consciencia de la contaminación propia. Pensemos en el papel que tiramos al piso porque no encontramos un tacho. O en el paseo que damos por el Delta en esa lancha que sabemos que contamina con su combustible, con su ruido y con sus desechos. O en lo que tardamos en reparar el caño de escape del auto cuando disparaba un aire negro bastante tóxico. Pensemos también en el permiso otorgado para que una empresa instale esa papelera en la selva misionera.

Sin duda que el tema que más nos puede llegar a conmover (hablo en potencial porque parece que pasó de moda y ahora ya nos dejó de conmover) es el problema del hambre. Uno podría pensar que como no tenemos una empresa alimenticia no tenemos nada que ver. Desgraciadamente nos equivocamos. Pensemos esto. Un paquete de fideos sale un peso. Esa misma plata es la que gastamos en el colectivo (caminar no hace mal) o en el desayuno que tomamos a media mañana en el trabajo o en la facultad (en realidad ya sabemos que es el segundo desayuno porque el café de la mañana es sagrado). Ya tenemos una respuesta. Y eso que no hablamos de los kilos de sobras de comida que tiramos por mes a la basura en lugar de separarlas y repartirlas entre quienes nada tienen.


Podríamos seguir hasta completar un libro entero (no sería una mala idea) lo que nos demuestra que en algo estamos fallando. Por mayores indicadores que nos muestren, sabemos que vivimos en una situación crítica, en una situación que nos compromete aunque sea indirectamente.

Es hora de que el problema del otro, sea el problema de nosotros. Es hora de que despertemos del largo sueño de la comodidad para empezar a incomodarnos por el que sufre, por el que menos tiene. Solamente a partir de la incomodidad es que se podrá hacer algo. Por eso despertemos, es hora de hacernos cargo. No desaprovechemos más los segundos que la vida nos da, para comenzar a revertir esta situación.
La toma de consciencia no conoce fronteras de edad. Para los más grandes, nunca es tarde para comenzar a cambiar. Los jóvenes, nosotros, tenemos que ser conscientes de que realmente somos la esperanza de nuestro querido país, pero que esa misma esperanza debe ser satisfecha. Para los más chicos, no hay que esperar a ser grandes para empezar a preocuparse por el otro.

Nuestro ambiente de trabajo, nuestro centro de estudiantes, nuestras reuniones con amigos y nuestras familias son buenos ambientes para empezar a andar.


Ah, me olvidaba de contarles. Producto de la gran cantidad de partidos en los que he visto a mi equipo no tener la capacidad de hacerse cargo frente a las dificultades, me hice árbitro de fútbol para poder canalizar por ahí mi pasión por este deporte. Espero que el no hacernos cargo de lo que nos pasa como país me lleve a algo raro…

Juan M. Molina
juanmolina87@hotmail.com

1 comentario:

Siddharta dijo...

LOs fines a los que apunta el artículo y a los que haria que llegar como sociedad me parecen correctos, cone sto no digo demasiado, pero lo sostendo desde la perspectiva de que si creo como medio fundamenta la toma de conciencia de que nos incumbre. No coincido con algunos de los demas medios que describe el artículo, y reincido en el tema de que el cambio viene fuerte si se lo hace desde arriba y con poder.
De cualquier manera, me parece interesante la iniciativa general del artículo.